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María José Domínguez. Abriendo caminos – Flamenco de Base #5

A lo largo de su larga trayectoria profesional, María José Domínguez ha sido un faro de inspiración para las generaciones venideras.  Su pasión y tenacidad la llevaron a desafiar los convencionalismos propios de una época en la que la presencia femenina en ese campo era escasa y difícil, convirtiéndose en una de las primeras mujeres guitarristas de la escena flamenca sevillana. Hoy es profesora de guitarra de acompañamiento al baile en el Conservatorio de Danza de Sevilla. Una disciplina, la del flamenco en la institución de la enseñanza formal, cuyo valor y reconocimiento hoy podemos disfrutar en parte gracias a ella. 

¡Quédate y descubre la visión de esta gran profesional!

María José, muchas gracias por dejarnos entrar en tu casa. Antes que nada, me gustaría preguntarte, ¿de qué barrio eres?.

Yo soy de Ciudad Jardín, vamos, de enfrente del Parque Amate.

¿Había allí ambiente flamenco?

Mucho, mucho, porque luego me he enterado que José Luis Postigo, por ejemplo, vivía dos o tres calles más atrás. O sea que sí, era un barrio de arte, vamos. De juntarse gente y de flamenco.

¿Y cómo empezó tu relación con el flamenco?

Pues mira, a mí me ha gustado siempre la guitarra desde pequeñita. En mi casa había una guitarra y mi padre tocaba un poquito. Y claro, la guitarra era para el niño, evidentemente. Pero el niño nunca quiso aprender, aunque hoy día es guitarrista. Mi hermano es Antonio Domínguez. Y yo “Papá, papá…”, detrás de él. Mi madre, cuando pudo, porque era la que estaba decidida a pagarlo y le gustaba mucho el flamenco, me llevó con mi profesor. Era un gran profesor de la época, don Antonio Osuna. Empecé a aprender con 12 años y con 13 ya estaba trabajando. Es mi locura, ha sido mi pasión, ha sido mi vida.  La guitarra y el flamenco.

¿Con 12 años fue la primera vez que tú cogiste una guitarra?

Con 12 años. Me la comía. Mi madre habló con el profesor para estar cuatro meses porque no tenían dinero. Éramos una familia humilde. Y a los cuatro meses dijo: “Don Antonio, me tengo que llevar a la niña como habíamos hablado”. Y él le dijo: “Es una pena, señora, porque yo no le puedo garantizar nada”. De hecho, él me llamaba a mí fenómeno. Y los guitarristas como Postigo o Manolo Franco y todos esos, me conocían como su fenómeno. Decía, “Porque esta niña va a llegar lejos”. Total, que yo venga a darle la tabarra a mi madre hasta que en septiembre o en octubre me volvió a llevar. De ahí pasé a la Academia del maestro Pinto para tocar para baile y ya está. Ya conocí a don Antonio Pulpón, que era uno de los mejores representantes que había en España, y él me llevó ese año a la Feria de Sevilla.

¿Eras la única mujer guitarrista que había?

Sí, sí, la única. Sola con todas las mujeres, que eran unas mujeronas que bailaban de lujo, claro. 

¿Cómo te sentías en ese ambiente?

Yo me sentí bien, yo seguí para adelante. Siempre he seguido para adelante. He querido dar marcha atrás muchas veces, pero siempre he tirado para adelante. Cuando yo conocí a Matilde Coral tenía ya 17 años. Nos presentó Pepa Coral, su hermana y yo con la que yo ya había trabajado. Entonces Matilde me escucha tocar y me dijo muy simpática: “¿A ti te habrán dicho tus padres que tocas muy bien, verdad? Y tus vecinas y todos tus amigos que tocas muy bien flamenco, ¿no?”. Me cambió la cara y me dijo: “Pues no tienes ni idea”. Mira, me llevé llorando… Mi pensamiento en ese momento fue: “Yo dejo la guitarra porque me ha dicho Matilde que yo no tengo ni idea”.

Yo a mis alumnos les digo que cuando tengan un fallo hay que empezar otra vez y ya está. Nunca será como al principio del todo, porque por lo menos ya sabes poner las manos. Y eso hice, claro, tirar para adelante. Luego fui guitarrista de su escuela, y profesora de guitarra en su escuela durante muchos años.

¿Y qué otras cosas hacías además de estar en la academia con Matilde?

Pues daba clases en todos lados, también en las Salesianas. Las niñas de las Carmelitas también venían a las Salesianas, porque estaban muy cerca.

Es decir, que te dedicabas principalmente a la docencia

Claro por muchísimos sitios, aunque también tocaba al mismo tiempo en espectáculos. Yo era guitarrista de Pepa Coral. Luego iba con Matilde tocando. Con el tiempo llevé a Eduardo Rebollar y él se quedó con Matilde para ir a las clases de Huelva que se pusieron aquel año. He trabajado con Pepa, con Mimbre, con muchos artistas, con Curro Triana… Viajé mucho. He grabado para la BBC de Londres, he ido a grabar a la RAI (Radiotelevisione Italiana) a Roma, he grabado para los chinos, para los japoneses, para todos, vamos. La verdad es que sí. Con 16 años me saqué el carnet de artista que por ahí os lo he enseñado, que esto muy pocas personas lo tienen.

Carnet de Sindicato Nacional del Espectáculo

¿Porqué te sacaste el carnet de artista?

Porque era imprescindible para trabajar. Uno chiquitito rosa que hay por ahí. Ahí está Este carnet me lo saqué con 16 años.  

¿Qué es lo que pone ahí?

Guitarrista flamenco del sindicato de espectáculos. El rosa era de los guitarristas, el verde era del baile y el del cante no me acuerdo. Era para trabajar como artistas. Esto sería como una carrera de hoy día. Tenías que tenerlo, tenías que tener cinco años con un profesor y que el profesor certificara que estabas preparado. 

Luego con Matilde hemos ido a dar cursos por toda España. También dábamos clase en Córdoba, los lunes… que por eso ya empecé a mover la plaza de guitarra en el conservatorio de Sevilla. La gente me pedía clases y me la siguen pidiendo. Pero yo ya no estoy para dar clases, porque las manos ya no las tengo bien, la verdad. Pero sí, ahí en aquella época entré y conseguí la plaza. 

¿Con qué edad entraste a estudiar al conservatorio? 

¡Uy! Entré con 17 años. Eso es una de las cosas que veo mal de los conservatorios.  Tienes que entrar con 8 años. Por favor, si con esa edad hay niños que no saben ni si quieren tocar un instrumento. Y hay niños por ahí con 12 o 14 años a los que les gusta de verdad, ya han perdido el salto y no pueden entrar. Eso lo veo totalmente injusto. A mí me parece muy bien que los niños tengan educación musical, pero  se reducen las oportunidades para niños con 12 o 13 años de entrar en grado elemental. En este caso se tienen que preparar por libre y es posible que no tengan medios económicos.

Entonces, entraste con 17 años.

Yo entré como alumna con 17 años, y con 28 volví a entrar ya como profesora. Me veía muy rara entrando en la dirección, sacando una fotocopia, hablando por teléfono, porque como hasta el día antes había sido alumna.

Es curioso, yo para entrar en el conservatorio me fui a Córdoba a examinarme. Manuel Cano, que era compañero mío, me dijo que me matriculara del preparatorio y así lo hice. Esa carrera eran seis años. En enero, fui tres o cuatro veces para que me escuchara el maestro y siempre me decía: “tú viniendo de Matilde Coral no hace falta que te escuche”. Es verdad que teniendo el sello de Matilde se te abrían todas las puertas. El día que fui a la prueba de actitud estuve una hora y media tocando o más. Toqué todo lo que me pidieron . Yo iba preparada, claro, pero no sabía lo que me iban a pedir. Finalmente, dieron tres sobresalientes y tres notables.

¿Recuerdas alguna experiencia profesional con cariño?

Con cariño, todas. Luego, el último festival en el que estuve fue en Mont-de-Marsan (Francia), uno de los festivales más importantes en aquel momento. Estuve hace muchos años con Matilde Coral una semana entera, dando cursos por la mañana y asistiendo a las actuaciones por la noche. Fue Farruquito, Carmen Linares, Juan de Juan, que era alumno nuestro del conservatorio… Allí conocí a un montón de gente, claro, y coincidí con gente a la que no veía desde hacía mucho tiempo como la Farruquita, a la que tengo un gran cariño, la madre de Farruquito. También recuerdo a un nuevo representante que estaba aprendiendo con Pulpón.

¿Has trabajado en tablaos?

En la peña Torres Macarena trabajé hace cincuenta años. Iba con Juan Paredes, que hizo la película Montoyas y Tarantos (1989). Yo fui su guitarrista allí hasta que él se fue.

Otros profesionales que hemos entrevistado nos han dicho que el tablao fue su escuela, ¿qué significa para ti?

Yo en el conservatorio entré con 17 años. Pero ya llevaba tocando desde los trece años en tablaos, festivales y en todas las oportunidades que me salían. Yo no soy partidaria de que los niños estén actuando por la noche. La noche vamos a dejar a las personas mayores.

Tu has sido guitarrista de acompañamiento al baile, ¿qué te ha llevado especializarte en ello?

Me encanta el baile. Yo cuando veo el baile hasta creo la falseta sobre la marcha. Es lo que más me gusta. Ver un buen baile. Siempre me han gustado los retos y tocar para bailar es punto y aparte. Aunque no lo consideren hoy especialidad en el conservatorio, para mí es una sub-disciplina de la guitarra flamenca. 

¿Cómo ves tú la enseñanza en el conservatorio superior?

Yo siempre he dicho allí mismo en Córdoba y en todos lados, que el conservatorio puede ayudar muchísimo a la guitarra flamenca. La guitarra flamenca siempre se ha estudiado por transmisión oral y es muy importante, porque yo estoy viendo ahora mismo que los guitarristas tocan todos igual. Tú cierras los ojos y es la obra de Paco de Lucía, la otra, la de Riqueni… ¿Sabes lo que te quiero decir? En mi tiempo, cada uno teníamos nuestro sello y tú escuchas y dices: “este es fulanito, este es menganito”. Pero hoy día no, son todos iguales. La transmisión oral, ¿dónde se ha dejado? También he pensado siempre que podremos escribir música hasta donde podamos y que en lo demás hay que inventar signos para el flamenco. 

¿A qué te refieres con que hay que inventar signos para el flamenco?

Hombre, por ejemplo, la alzapúa no existe en clásico. Hay que poner “AZ”. Alzar la púa. Son muchas cosas. Aparte de la partitura, la transmisión oral es imprescindible para la cultura de un músico flamenco. Es necesario enseñar de tú a tú, que el alumno te vea también tocando.

Entonces, ¿qué le recomendarías a alguien que está empezando? 

Yo animo a quien le guste la guitarra que la estudie, porque es muy bonita. Para mí ha sido, un idioma. Yo te hablaba a través de mi guitarra, porque mi guitarra sonaba diferente, la misma falseta, si estaba triste o no estaba, si tenía pena… Que la estudien, que merece la pena. Yo me metí en este mundo y no sabía si iba a ganar dinero. Fíjate, sin saber la locura que era la guitarra.

Yo no me puedo quejar de mi vida con la guitarra, aún siendo una mujer, porque tuve mucha suerte y empecé a ganar dinero enseguida. Siempre digo que hay que intentar hacer lo que te gusta. Si te gusta la pintura, inténtalo. Olvídate de la carrera de los demás. 

¿Crees que el flamenco tiene buena salud, tiene proyección?

El flamenco va evolucionando, lo que pasa es que creo que se ha perdido un poquito el norte, por lo que te estaba diciendo de mezclar la música y que no hay transmisión oral. Es lo que pasa cuando somos jóvenes, que queremos innovar. Yo recuerdo que un guitarrista me decía: “Tócame por seguiriya”. Y yo lo tocaba en mi, fa, mi, fa, es serrana. Y me decía: «No, te he dicho por seguiriya”, porque el oído estaba hecho a la cejilla y a una tonalidad para cada palo. Ahora quitan la cejilla, y claro, la gente moderna, los cantaores modernos se han acostumbrado y no tienen ese oído flamenco. Los flamencos auténticos cada uno tenía su tonalidad. En ese aspecto, yo creo que teníamos que volver un poquito atrás. Verás, las partituras están ahí y yo soy partidaria, pero es importante que toquemos todos igual. ¿Me entiendes? Que escuchemos a los antiguos. Pienso que esa base hay que saberla de verdad. Igual que en todo. Yo no creo que los bailaores ahora empiecen a bailar por arriba.

¿Tú ves ahí uno de los grandes retos de la enseñanza?

Veo un vacío muy grande. Antes, por ejemplo, tocaba un guitarrista y decía: “oye, fulanito de tal va a tocar por tal”. Hoy tienes que llevar media hora para ver lo que va a tocar, ver lo que está tocando. Porque no te enteras. O sea, hay que respetar más el flamenco, darle su sitio, empezar por la base, sobre todo en los conservatorios. Una cosa es tocar para bailar y otra es bailar, para que tú toques, que es lo que se está haciendo. Los pies son un idioma. Hay que leerlos. Para mí es una especialidades sí misma. Y como vengo ya comentando, habría que insistir en la consejería, igual que los chicos ahora tienen que hacer un máster que le cuesta tanto dinero, que se les facilitaran dos años de práctica gratuita en un conservatorio de danza para aprender a acompañar el baile. 

¿Sigues estudiando música, estudiando guitarra?

Yo ahora quiero empezar a estudiar otra vez,  porque estoy de baja  y quiero ver si puedo hacer un poquito más, antes de dejar de tocar la guitarra definitivamente. Y quizá darle un último empujón al flamenco, luchando por las cosas en las que creo, que haya gente que me siga y que continúen luchando por la guitarra de acompañamiento al baile. Ahora para tocar me pongo otra silla delante, donde apoyo la guitarra debido a mi problema de espalda. Me encanta la guitarra y me está costando mucho trabajo retirarme. Para mí la guitarra es mi vida, siempre ha sido mi vida.

Esta entrevista forma parte del proyecto Flamenco de Base que cuenta con la colaboración de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales de la Junta de Andalucía.

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