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TERTULIAS FLAMENCAS (Un mirón entre artistas)

Yo al flamenco he llegado de mayor y sin estudios de música. El resultado es el previsible: soy un petardo en la materia. De adolescente ni siquiera me interesaba, al contrario; vivía en otra parte y me estimulaba con Pink Floyd, Cream o Los Bravos. Cuando una emisora emitía flamenco, rápidamente la cambiaba. Hace unos quince años descubrí en Sevilla esta increíble música. Desde entonces no he parado de disfrutarla, y he conseguido aprender algo; no mucho, pero un poco sí. Y lo he hecho asistiendo a lujosos -y costosos- espectáculos, pagando una más modesta contribución en un tabladillo o en una peña, e incorporándome como mirón en las varias y cambiantes Tertulias que un día sí y otro también se reúnen en la ciudad. Ah!, y también he aprendido leyendo y escuchando grabaciones; esto es muy importante. En todos los registros descritos he disfrutado y aprendido, pero hay unos cuantos conocimientos que sólo en las Tertulias puedes adquirir, o es más fácil hacerlo. De ellas es de lo que ahora voy a escribir.

Tertulia flamenca en la extinta Peña el Puma

¿Cómo es una tertulia flamenca en Sevilla?

En general, la palabra tertulia sugiere reunión y conversación, cierto, pero las que aquí considero, las Tertulias Flamencas, presentan una singularidad: el diálogo emplea como herramientas la voz del cante, el toque de la guitarra y, llegado un clímax, el arranque en un baile.

Las Tertulias, por lo general, no requieren escenarios, y a diferencia de otros formatos, cualquier persona, o casi cualquiera, puede participar; también los principiantes, si logran vencer la inicial timidez. Se convocan en variadas asociaciones, peñas, bares o incluso alrededor de un banco en una placita pública; esto no es infrecuente en Sevilla. Así como en los espectáculos formales no se puede, o no se debe hablar, en las Tertulias sí; discretamente. Si uno es curioso y el tertuliano vecino paciente, te puede ir explicando en voz baja las cosas que suceden y que a ti se te escapan. Y así aprendes; aprendes más; mucho más. Y mientras lo haces puedes tomarte unas copitas e incluso picar algo.

Paco el Albino y el Pulga en una de tantas reuniones que tenían lugar en la Taberna Gonzalo Molina

Paco el Albino y el Pulga en una de tantas reuniones que tenían lugar en la Taberna Gonzalo Molina en calle Relator

Me admira el enorme respeto que se manifiestan los participantes en estas reuniones. Si se dan celos entre ellos, no se notan. Los hay regulares, buenos y buenísimos; los hay aficionados y los hay profesionales que ese día se desprenden de la tensión del escenario y desparraman confiadamente su arte ante otros colegas, sin buscar aplausos ni contratos; sin temer críticas, con la sola intención de pasar un buen rato escuchando y regalando aquello que más les gusta: la música flamenca. Se jalean, animan, aplauden; se ceden el turno generosamente; se solicitan cantes entre sí. Algunos hacen de todo: tocan, cantan y, llegado el momento, bailan. Un guitarrista de lujo, asiduo tertuliano, me confesó que nada le hubiera gustado más que ser cantaor, y que a eso se dedicaba en el coche y en la ducha.

En estos quince años no han sido pocas las veces que, en lo alto de un prestigioso escenario, he descubierto, vestido formalmente de negro, a alguno de los artistas que tres días antes había tenido al lado, en vaquerillos y deportivos, lanzando su cante o toque al corrillo informal de una Tertulia.

Reunión de cante en la Peña Cantes al Aire, el TBO

La primera vez que asistí a una me situé en lugar preferente. Las sillas, de enea por supuesto, estaban dispuestas en un par de amplios círculos concéntricos. Llegué pronto y me senté al lado de un guitarrista concentrado en su toque. Poco a poco, cantaores y más guitarristas fueron ocupando los asientos próximos. Uno tras otro los primeros y, a veces simultáneamente los segundos, hicieron lo que habían venido a hacer y yo a ver: flamenco. Lo hacían en orden, aguardando turno. Más de uno repitió tras haber escuchado el cante de otros colegas (amigos, simples conocidos, rivales o lo que fueran). La mayoría de los que no cantaban ni tocaban, daban palmas. En algún momento se dio una emocionante comunión de compás palmeado. Algunos parecían guiris; no sé con certeza si lo eran, lo que sí sé es que eran también artistas, primero porque estaba claro que su compás era muy bueno y seguro, y por si esto no bastase para delatarse, en un momento dado reemplazaron al anterior actuante y se arrancaron con un cante tras pedirle al guitarrista la cejilla al cuatro, por arriba (por ejemplo).

Ya en esa primera Tertulia me di cuenta pronto de que yo era el único, al menos de los de la primera fila, que no era artista; que no sabía ni dar palmas ni siquiera distinguir algunos de los palos que se proponían. ¿El único? Aquel día no acerté a contestarme, pero tras asistir a otras muchas ya sé a qué atenerme.

Reunión Flamenca en un Patio de Triana Rosa de Algeciras, Yessica Brea y Jose Río.

Después de muchos años, sigo siendo un mirón en las Tertulias, pero ya no me siento extraño y me atrevo a dar alguna palma, seguramente mal (las hago huecas, para que apenas se oigan). Los demás, los artistas, aunque conocen mi condición de profano, me acogen con exquisito afecto. No solo me tratan como uno de ellos, sino que me susurran comentarios de colega; esto me hace subir al cielo. Después de tantos años y tantas Tertulias, compartimos copas y deslizamos confidencias entre risas. Todos saben (yo, en menor medida también) quién de los presentes es muy bueno, bueno o mediano en su arte, pero a todos se les trata por igual: con enorme cariño y respeto. ¡Toda una lección de saber estar!

Por supuesto ya no se me ocurre sentarme en una silla al lado del guitarrista ni cerca de él. Sé que nadie me echará de allí ni me mirará con extrañeza, pero no lo haré porque estoy seguro de que en la primera fila, en la segunda y tal vez en la tercera, el noventa y nueve por ciento de los presentes saben hacer algo, les delate su aspecto o no, y es probable que de un momento a otro alguno se arranque a hacer lo que sabe, y los demás, todos, artistas y mirones, aplaudiremos

José María Sanmartín Miguez

Doctor en Farmacia e historiador, ha publicado diversos libros y artículos relativos a la historia de la Ciencia y la Tauromaquia, así como la novela «Una historia de pez». Es miembro de la Real Academia de Farmacia de Galicia.

4 comentarios en «TERTULIAS FLAMENCAS (Un mirón entre artistas)»

  1. José María gran enamorado de Sevilla y muy buen aficionado al flamenco si señor
    gracias por tu saber estar
    Y sabiduría que demuestras con tanto cariño, como as publicado en tu artículo

  2. José Manuel Campos de

    José María gran enamorado de Sevilla y muy buen aficionado al flamenco si señor
    gracias por tu saber estar
    Y sabiduría que demuestras con tanto cariño, como as publicado en tu artículo

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