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Kiko de Alcalá. Convivir y compartir el flamenco – Flamenco de Base #3

Kiko de Alcalá no pensaba hace 30 años que acabaría dedicándose al flamenco. Hoy, echando la vista atrás se entiende que así fuera finalmente, pues se trata de alguien con una inquietud desbordante, curiosidad y valentía  para aprovechar las oportunidades que se le presentan. Ha trabajado pintando casas, en el circo y en su oficio de toda la vida, panadero… panadero de Alcalá,  cuna del mejor pan del mundo y de una forma única de entender la soleá.

Para Kiko, el flamenco es una realidad que solo se experimenta por completo cuando se vive improvisada y desinteresadamente junto a los demás; o dicho de otro modo, cuando se aplica lo que él llama los tres verbos: convivir, vivir y compartir.

En esta entrevista Kiko de Alcalá nos hablará de la inflexión que supuso la escena sevillana en su desarrollo profesional, la influencia de artistas de la talla de Carmelilla Montoya, Javier Barón o Rafael de Alcalá; y la gestión de la situación laboral flamenca, como siempre, entre muchas cosas más.

¡Os esperamos!

Este proyecto quiere dar visibilidad a profesionales con una carrera profesional contrastada y nos interesa cuál es tu historia con el flamenco, cómo surgió tu vocación, etc.

La vocación yo creo que sale después, improvisadamente. Uno tiene una base, si uno nace en Copenhagen o en Estocolmo, es más difícil relacionarse con el flamenco. Yo lo he tenido más cercano. Lo he visto como un chiquillo en el colegio. Yo cantaba y llamaba la atención. Entonces ya en el pueblo me llamaban para cantar saetas en los balcones. Ya después…

¿En tu casa lo has escuchado?

En mi casa éramos muchos hermanos. Había mucha música y estaban todo el día puestos los discos. Estaba toda la discografía de las figuras y entonces, claro, yo lo escuchaba, pero no era una cosa a la que yo pensaba que me iba a dedicar profesionalmente. En mi casa, en la panadería, me ponía allí a cantar en el torno de los molinos. Me acuerdo que salía algunas veces el molinero corriendo… “¡¿Qué pasa?!“ y yo estaba cantando por seguiriya… pero claro era como un hobby. Estaba jugando, pero pensar que yo me fuera a dedicar a eso… Eso se va uno dando cuenta, te lo van diciendo, vas improvisando, te llaman un día de la academia de baile de los pueblos.

¿De dónde eres?

De Alcalá de Guadaira (Sevilla). Empecé con las hermanas Villaú. Yo cantaba en las clases. También empecé a cantar en los bares del pueblo. En el bar del Duque. De allí tengo unos recuerdos muy bonitos, porque a estos lugares iban todavía los hombres mayores que bajaban del Castillo. A mí todo esto me empezó a entrar por vena y le cogí mucho cariño a las personas con las que me juntaba e iba aprendiendo de todo el que pasaba por allí. 

¿Cómo fue el paso de venir a Sevilla?

A Sevilla me vine con 17 años. En Sevilla ya empecé a conocer a los cantaores, a los bailaores: José Galván, Manolo Marín, todos los que estaban afincados en Sevilla. Y así surgió mi vocación, de forma improvisada, porque yo lo que hacía muy bien era jugar al fútbol (comenta entre risas). Yo jugaba muy bien y era mi ilusión, pero se quedó ahí. Ser cantaor flamenco para mí era impensable. ¿Por qué? Porque los artistas que uno escuchaba… Cuando iba a un festival y veía a Juanito Villar, a Lole y Manuel o veía a Camarón… veía a esos artistas y era impensable dedicarte a eso.

¿Qué esperabas de Sevilla a tu llegada?

Venir a Sevilla era como venir a la capital del flamenco, ¿no? Aquí desemboca todo. Aquí había un bailaor, Javier Barón que me ayudó mucho cuando llegué aquí. Él fue quien me trajo al tablao El Arenal. Esa fue la primera vez que entré en un tablao. Javier Barón me presentó a Curro Vélez, un bailaor que era el dueño de la sala y al que yo tuve la suerte de cantarle algunos días, porque él ya bailaba menos. Tengo recuerdo de lo nervioso que estaba, de la cara tan grande que le eché y de la poca vergüenza que tenía porque es verdad que en ese tiempo yo no estaba preparado para estar en ese nivel. Bueno, quizás, Javier y otras personas de mi alrededor creían que sí. Pero yo, claro, viendo los artistas que había allí me di cuenta que me quedaba mucho que aprender. Yo ya había cantado para baile, gracias a la academia de las hermanas Villaú, ya sabía cómo iban los bailes.

En el tablao del Arenal se salía cantando por caracoles. Tengo un recuerdo muy bonito de los cantaores que trabajaban allí. Yo era un chiquillo y ellos me echaban a los caballos, me ponían en las cosas más duras. Me decían que tenía que bailar, porque la mujer del dueño quería que bailáramos. Esos fueron mis principios. Vine a Sevilla y descubrí el universo. Aquí llegaban los cantaores de Jerez, de Cádiz y conocí a mucha gente. Allí tuve la suerte de conocer a Carmelilla Montoya, a quien le debo mucho. Me acuerdo de ella muchas veces. Ella fue una grande. Ella, su madre y su familia entera.

¿Qué relación tuviste con Carmelilla Montoya y su familia?

Pues había un contrato para ir a Japón. Eso fue un salto y una casualidad. Ella me invitó a que formara parte de su grupo. Imagínate el shock. Yo era muy jovencito y dije que sí. Siempre he tenido ese punto de querer vivir a tope y querer aprovechar todas las oportunidades. Y todavía creo que tengo ese gusanillo. Entonces, cuando Carmelilla me lo propuso, en contra de lo que me decía mi familia, me fui a vivir esa experiencia. Gracias a la Carmelilla que confió en mí. Esa experiencia me marcó.

El Extremeño , Manuel Cazas , Oscar de los Reyes, Miguel Iglesias, Manuel Malena, Rafael Carmen , Jesús Álvarez , Dani Navarro

¿En qué otros tablaos has estado aquí en Sevilla?

En Los Gallos también entré jovencito, cuando todavía estaban los cantaores antiguos. Me acuerdo de El Moli de Triana, Manolo Limón de Huelva, el Tío Toro, Juan Lérida. Estaba Rafael de Alcalá que también ha sido una persona fundamental para mí, para mi aprendizaje. Él me abrió la mente sobre todo en la visión de las letras, la importancia de escribir, de los textos. Recuerdo verlo trabajar con Távora. Yo era muy jovencillo y cuando vi esas obras, de repente se me abrió otro mundo, otra cara de la luna. Veía a los artistas flamencos haciendo teatro y cantando unos textos que eran  muy potentes, muy reivindicativos. A parte de ser cantaor, yo creo que primero hay que ser sensible y después hay que ser aficionado y tener la mente abierta. En ese sentido, he tenido mucha suerte, porque en mi casa hemos sido muchos hermanos y ellos han tenido estudios superiores. Yo era la ovejita negra y siempre he estado respaldado y aconsejado por otras tendencias y otros géneros musicales. He tenido esa suerte.                

Kiko en los Gallos en 2002 junto a Pepe Torres, Luis Amador, Hugo Sánchez y Jesule de Utrera

¿Has compaginado tu profesión artística con otros desempeños profesionales?

He hecho teatro, he estado trabajando hasta en un circo porque había un cuadro flamenco, He hecho muchísimas cosas. He trabajado de pintor, he hecho de todo. He estado continuamente buscándome la vida, improvisando…  y el flamenco, sabía que era mi destino, pero he hecho otras cosas porque realmente creo que he ido creciendo con todo lo que he hecho.

¿Qué le dirías a una persona joven que está empezando?

Lo que yo le digo a todo el mundo y mi máxima es que el flamenco hay que convivirlo, hay que vivirlo y hay que compartirlo. Ahí van los tres verbos. Lo digo así, radicalmente. Muchas veces me ven en los bares, en las fiestas, en cualquier reunión y me pongo a cantar en cero coma dos, porque yo lo vivo así. Para mí no hay otra idea de flamenco que no sea esta. Trabajar profesionalmente y cantar en un escenario está muy bien, pero no es real. Me explico. Lo real es vivirlo. Yo, ahora, cuando salga de aquí, voy a ir a un bar con mis amigos a cantar naturalmente, o sea, sin que nadie me de algo a cambio. Yo le digo a todo el mundo que el flamenco es como el amor, es una cosa que hay que vivirla. O se lleva a cabo o no se lleva a cabo. Yo lo veo así.

¿Cuál crees que es tu sitio en el flamenco, en el panorama flamenco? ¿Cómo te definirías tú profesionalmente?

Yo soy un cantaor para el baile y estoy abierto a cualquier otra tendencia de otras músicas. Trabajo en las salas de Sevilla y fuera de Sevilla. Soy específicamente cantaor de baile. Puedo cantar delante, pero me dedico a acompañar el baile.

¿Cuál dirías que es la función o el valor de los tablaos dentro de la industria del flamenco? 

Para nosotros genera trabajo y a la ciudad le da mucha actividad. Y el flamenco en las salas funciona. Si llega un avión de Lufthansa con 200 personas y llega otro de Ryanair, un montón de gente que viene aquí a diario que vienen a ver la ciudad, a ver la música de aquí. Es una cosa que va bien. Bueno hasta que vino la pandemia. Pero es una cosa que tenemos que cuidar. Tenemos que seguir esta línea para tener un sustento ahí, un trabajo. Lo veo muy bien. 

Claro, a raíz de la pandemia se hizo más evidente en qué circunstancias estaba la gente trabajando en los tablaos ¿no?

Ahí la cosa patina. Se han hecho plataformas para ayudar y tal pero quizás esto ha llegado tarde. Fue una buena idea pero llegó a destiempo. Plataformas que han estado respaldadas por la gente que tiene más nombre. Sin decir ninguna, creo desde la opinión de los compañeros, que no ha funcionado muy bien. Pero de esto no tienen la culpa las plataformas. No centremos la responsabilidad en ellos. Hay que hacer crítica a los estamentos superiores. Ahora se ve que ahí había un pequeño gremio, que no somos taxistas ni escayolistas y que no tenemos fuerza ninguna.

El tablao es la universidad de los cantaores y de todos los artistas. Yo creo que el tablao es necesario para la gran mayoría. Pero hay una cosa que está pasando y que quiero mencionar aprovechando esta plataforma: Los tablaos son empresas privadas que trabajan para su beneficio y que en el transcurso de los años 60 para acá han tenido la suerte de abrir la lata. De poder exponer al público el flamenco. Y no sé si consciente o inconscientemente, han aprovechado en los últimos tiempos la energía de algunos artistas de otras generaciones, que ya son mayores. Personas que han pasado sin pena ni gloria, a las que nadie ha sabido respaldar o darles una jubilación digna. Es verdad que en eso han cojeado y los estamentos ya no digamos. Eso no lo ha cubierto nadie. Yo he tenido la suerte de conocer a artistas muy buenos que trágicamente han acabado muy mal. 

¿Cuántos años llevas trabajando?

Pues yo llevo ya 30 años. Ahora estoy trabajando en varias salas a la vez y también hago mis trabajitos por las mañanas: Me pongo a repartir pan, voy a las academias…

Por último, queríamos preguntarte si utilizas las herramientas digitales a nivel profesional

Pues creo que en el ámbito en el que me muevo no es muy necesario. Entonces cuando utilizo las redes sociales es para divertirme, para reírme y para compartir cosas que quizá sean ajenas al flamenco. 

¿Te gustaría mencionar algo que no hayamos tratado hasta ahora?

Sé que es contradictorio, pero me gustaría que en un futuro al flamenco se le diera aquí la categoría o la importancia que se le da en otros países a todos los niveles. Habría que equipararlo a otros planos de la sociedad. Con eso sería feliz. Es una cosa que no entiendo. La gente de aquí, con lo que vale una entrada en un teatro o en un tablao se va a un bar y se pide tres raciones de pescao frito. Igual que cuando  una persona que es de aquí va a un museo tiene un carnet, a lo mejor tendría que tener otro tipo de entrada u otros precios… Ahí lo dejo como una idea. Así la gente de aquí lo disfruta de otra manera ¿no? 

Esta entrevista forma parte del proyecto Flamenco de Base que cuenta con la colaboración de la Agencia Andaluza de Instituciones Culturales de la Junta de Andalucía.

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